
El otro Perú habló en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de este domingo. El Perú que no vive en Lima, el que no está en Twitter y al que nadie prestaba atención durante la campaña electoral ha logrado colocar a un candidato que nadie vio llegar a la cabeza de la carrera electoral. El maestro sindicalista de izquierda radical, Pedro Castillo, ha sido el aspirante a presidente más votado, según los primeros sondeos conocidos al cierre de las urnas. Con un 16,1% de los votos, Castillo tiene ya un pie en la segunda vuelta que se celebrará en junio, aunque el sondeo rápido tiene un margen de error de tres puntos. Su oponente aún es una incógnita. Los conservadores Hernando de Soto y Keiko Fujimori (11,9%) y el populista Yohny Lescano (11%) están prácticamente empatados a la espera de que avance el conteo oficial.
Castillo votó este domingo en Chota (Cajamarca) a mil kilómetros de Lima, subido a un caballo al que tuvieron que sujetar porque se puso nervioso al verse rodeado de una multitud. El maestro de escuela, con un gran apoyo en el centro y el sur del país, es un completo marciano para la sociedad limeña. En la capital, donde reside un cuarto de la población peruana (32,5 millones de habitantes), el voto al líder de Perú Libre apenas alcanzaba el 5% en las encuestas. “El pueblo es sabio, el pueblo entiende, estoy comprometido con el pueblo que hoy ha salido a las urnas a reflejar democráticamente esto”, dijo el candidato a los periodistas al conocerse los primeros resultados. A su alrededor, cientos de personas festejaban los datos como si el coronavirus fuera cosa del pasado.
La profunda desconexión territorial que existe en Perú, y que ha quedado de manifiesto en esta jornada electoral, afecta también a la mayor urbe del país. “Estoy muy nerviosa porque un candidato de extrema izquierda sea uno de los posibles para segunda vuelta. Si llega a pasar con Keiko Fujimori me vería obligada a votar por ella, algo que nunca habría querido. Pero ella no haría que Perú se estanque mientras Castillo me va a destrozar el país”, aseguraba Julia Valdivia, de 34 años, a las puertas de un colegio en el barrio de clase alta de Miraflores (Lima). A 23 kilómetros de allí, en el distrito Villa El Salvador, Ormilda Yamaní hacía cola con una bombona de oxígeno vacía en uno de los puntos de venta de la ciudad. Su abuela, contagiada de covid desde hace tres semanas, tiene una saturación tan baja que necesita oxígeno constante. Yamaní va dos veces al día a rellenar la bombona. “A veces llego a las siete de la noche y me atienden a las 10 de la mañana”. Este domingo, entre idas y venidas con el pesado tanque, fue a votar por Castillo, al que se refiere como “el del lapicito” por el logo de su candidatura. “Me parece que tiene buena propuesta para la educación”, se explica antes de que le toque el turno.
A pocos metros de ella, en el corazón de este distrito humilde de la periferia de la capital, decenas de personas hacen cola para votar en la escuela pública Príncipe de Asturias. Está María, ama de casa de 36 años, que ha “marcado por cualquiera” porque ninguno le parece bien. Jorge, de 29 años y asesor de ventas de móviles, que votó por Hernando de Soto “por sus conocimientos y porque dijo que con él el costo de la vacuna [de la covid] va a ser accesible para los que no tienen”. La propuesta de De Soto es que sea el sector privado el que adquiera las vacunas. Por allí también está Nancy Urunkuy, 47 años, pero no viene a votar. Llega a buscar al padre de sus tres hijos que se fue de casa hace tres años y nunca le ha dado un sol para mantenerlos. “Vive por aquí, tiene que aparecer”, sostiene.
En el taxi de vuelta a Miraflores, el conductor Romer Egusquiza recibe la noticia de que su prima ha muerto en casa contagiada por coronavirus. “Es el cuarto familiar que entierro”, dice. “La gente que se está muriendo es quien no tiene plata. Te salvas si tienes dinero”. En una de las empresas que rellena los tanques de oxígeno, un trabajador cuenta que abren los teléfonos una hora por la tarde para dar citas y que cada día reciben más de 3.000 llamadas que colapsan la línea. Perú votó este domingo en el peor momento de la pandemia, con el mayor pico de muertes diarias, más de 380 según las cifras oficiales, en las que seguramente no entre la prima de Egusquiza. Él, que votó por la tarde, asegura que va a “viciar su voto”, tacharlo todo para que sea invalidado.
El politólogo José Incio explica por teléfono que en unas elecciones tan fragmentadas, el candidato Pedro Castillo ha atraído el voto de un tipo de electorado “que no es adverso al riesgo, que quiere algo distinto y tiene esperanza en buscar solución a sus necesidades más concretas, a las que el sistema actual no ha ayudado”. Para el investigador, el apoyo al candidato debe leerse “como una reivindicación identitaria”. “Si un extraterrestre llegara a Perú y solo viera la televisión, pensaría que todos los peruanos son como quienes se ven allí, medio europeos, y no es así”, añade.
La segunda vuelta se convertirá en una batalla entre Lima y las regiones. El maestro llegó a obtener hasta un 50% del voto en algunas regiones, mientras en Lima no llegó al 5%, según el primer sondeo. A la espera de que los resultados oficiales desvelen quién estará en la segunda vuelta, la candidata Keiko Fujimori difundió un vídeo en Twitter confiando en que será ella. “Tengo mucha fe de que en las próximas horas se confirmará nuestro pase a la segunda vuelta. Nuestra batalla recién empieza”, afirmó.
El maestro rural Pedro Castillo Terrones, de 51 años, nació en Cajamarca, una de las regiones más pobres de Perú en la última década, pese a contar con la mina de oro más grande de Sudamérica. El líder del sindicato magisterial es, desde 1995, profesor de primaria en la escuela 10465 en el centro del poblado de Puña, en la provincia de Chota, al norte del país, donde creció. Este domingo, antes de ir a votar, explicó a la prensa que en su comunidad no van a comprar la mayoría de alimentos porque trabajan la tierra o crían animales de granja.
El político de izquierda radical propone tumbar el Tribunal Constitucional para sustituir la Constitución de 1993 si llega al poder, regular los medios de comunicación para “acabar con la televisión basura” y aumentar los presupuestos para educación y sanidad. Además, se ha manifestado abiertamente en contra del aborto, el matrimonio homosexual, la eutanasia y el enfoque de género en la escuela.
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