Salvador Alsius (Barcelona, 1948), uno de los primeros responsables de los ‘Telenotícies’ de TV-3, hace balance de los años iniciales de la cadena en el libro ‘Com TV3 no hi ha(via) res‘ (Pòrtic). Las anécdotas que explica no tienen desperdicio: desde cómo usaban a los pasajeros del puente aéreo para transportar desde Madrid hasta Barcelona las cintas de vídeo que se verían en el ‘TN’ hasta la estrategia para que la entonces corresponsal de TV-3 en París (Montserrat Besses) consiguiera, gracias a los periodistas de la tele pública francesa, las imágenes internacionales a las que no podían acceder al estar vetada su entrada en la Unión Europea de Radiodifusión (UER).
El título, ‘Com TV3 no ha(via) res’, puede llevar a pensar en una nostalgia del pasado. Pero usted afirma que la tele pasada no es, para nada, mejor que la de ahora.
El título es conscientemente polisémico. Y de todas las posibles lecturas, la que no quiero que quede es que hago la comparación de mejor a peor. A la gente que me comenta que nosotros sí que hacíamos bien los ‘Telenotícies’ le digo que vaya al archivo y verá que los de ahora son infinitamente mejor. Lo que ahora no es tan fácil que vean a Tina Turner en un ‘show’ de TV-3 [que actuó en el primer Fin de Año de la cadena].
«TV-3 fue un medio altamente innovador y que arriesgaba», dice en el libro. ¿Ahora también?
Ahora no arriesga nadie. En el momento que se atomizaron tanto las audiencias, sobre todo desde que aparecieron las cadenas privadas, la industria audiovisual tomó más precauciones y va con más cuidado. En general hay más miedo a innovar en nuevos formatos. En aquella época teníamos el derecho a equivocarnos y hacíamos muchas cosas por ensayo-error y no pasaba nada. Al contrario, nuestros jefes nos animaban a probar, y había cosas que salían y otras no.
¿Ahora ya no sigue vigente ese derecho a equivocarse?
Ahora, si alguien se equivoca casi puede acabar con su carrera, o le quitan el programa. Es más difícil tener segundas oportunidades.
En el libro recuerda cómo en la segunda emisión de TV-3 salió cantando El Fary. ¿Lo vería factible en los tiempos que corren?
Supongo que sí podría salir un equivalente. A veces veo en Twitter gente hiperventilada que se queja cuando sale algo que no le suena suficientemente catalán, así que hay muchas quejas en ese sentido. Quejas que no comparto, porque tenemos un país muy plural y sería absurdo que TV-3 no respondiera a esa pluraridad cultural.
La mayoría de críticas que recibe TV-3 son porque la acusan de ser ‘Teleprocés’.
Sí, es una acusación que se produce en diferentes niveles. A nivel político, como he estado en el CAC [Consell de l’Audiovisual de Catalunya], lo que hay son denuncias que tienen una clara intencionalidad política de laminar los medios públicos catalanes, igual que ha habido intentos por laminar la inmersión lingüística en Catalunya. Otro tema es el de los gustos de la audiencia. Y es cierto que hay un sector de la audiencia que se ha alejado de TV-3.
Usted asegura que ese proceso se ha producido por razones de mercado y no tanto políticas.
No me acabo de creer que haya consignas prefabricadas. Yo creo que en el público se instalan unos tópicos y unos prejuicios. En mis inicios en la cadena, había quien creía que yo tenía que ser convergente solo porque estaba dirigiendo un ‘TN’ en TV-3. Cualquier gobierno intenta influir en los medios públicos, pero hay muchas menos directrices de lo que la gente presupone. Lo que sí creo que pasa es que, por una serie de cuestiones, se ha ido creando esta compartimentación de las audiencias y llega un momento en el que, por una razón puramente de mercado, dices: conservemos lo que tenemos, tengamos contentos a estos parroquianos. Estoy hablando del conjunto de la programación, porque yo creo que en los ‘TN’ los periodistas continúan teniendo un alto grado de independencia. Si no se sabría, los del comité profesional no lo dejarían pasar.
«En los medios públicos hay muchas menos directrices de lo que la gente presupone»
¿Una tele pública no debería ser para todos los catalanes?
Sí, pero es que los políticos no se han preocupado suficiente no ya de TV-3, sino del audiovisual en general. Están dejando escapar un sector que aquí había sido muy potente y se está perdiendo.
¿Recuperar esa audiencia perdida es, entonces, una labor que tiene pendiente TV-3?
Sí, lo que pasa es que es muy complicado hacerlo. Yo no sé cómo. En TV-3 debería haber una sacudida para recuperar al público perdido, para que gente que hace 20 años que no la ve le interese seguir una serie, un programa o una tertulia que no se quiere perder. Pero eso requiere dinero, recursos, imaginación, actitud, y en estos momentos las inercias actuales lo hacen difícil.
¿Era TV-3 en sus inicios mucho más transversal?
Decíamos que queríamos llegar a Santa Coloma de Gramenet, al cinturón de Barcelona, a las áreas que en un principio parecerían menos propicias para una nueva cadena catalana. Y se consiguió. Pero se jugaba también en un terreno de juego muy propicio porque no había privadas. Desde que salió TV-3 hasta que aparecieron las privadas fueron seis años de gracia que resultaron ser un chollo, porque TVE estaba muy enquilosada y no había más cadenas para escoger. Aparte de que, inmodestamente, creo que lo hicimos bastante bien. Al final, tanto en esa época como ahora, son mucho más importantes los elementos del contexto industrial, el mercado, que no el factor político, algo que la gente tiende a sobrevalorar.
En su libro augura que «TV-3 morirá. La cuestión es cuánto tardará en hacerlo. Si puede tener una tercera edad larga y fecunda o si conviene aplicarle la eutanasia para no verla sufrir». ¿Qué se tendría que hacer para alargar su vida?
Pero esas frases las escribiría muy parecidas hablando de la BBC. Las que están con muchas dificultades para sobrevivir son las televisiones públicas en general, y más las pequeñas. En Europa nos parece muy grave porque desde que nació la BBC en versión radiofónica en los años 20 nos instalamos en un modelo de expansión del audiovisual muy basado en la propuesta pública. Pero eso puede acabarse, el mercado lo está cambiando. En el momento en el que los medios públicos pierden el fútbol, las motos, el básquet, la oportunidad de comprar las grandes series, que es lo que le ha ido pasando a TV-3, lo tienen muy difícil. Esa decrepitud está cantada, lo que se tiene que hacer es ver si todavía es un medio útil, que se le tiene que sacar rendimiento porque desde el punto de vista de la cultura y de la lengua no tiene sustitución. Este país no ha sido capaz de generar una propuesta audiovisual desde el sector privado con cara y ojos, así que la alternativa es que cuidemos la tele, porque no hay más.
Aboga por una reducción de la plantilla de TV-3 para que pueda continuar.
Lo que digo es que se tiene que reestructurar. Yo no echaría a la calle al 50% de la plantilla, como he leído, sino que es algo que se tiene que estudiar, hacer un plan a años vista… Lo que no es sostenible es una empresa que dedica a pagar al personal el 60% de sus gastos de explotación. Si no queremos que pete, tenemos que reducir drásticamente su estructura, algo que han hecho todas las televisiones públicas europeas en algún momento o lo tienen pendiente. También se podría seguir teniendo el mismo personal y contar con 500 millones para hacerlo funcionar. Es un tema de proporciones.
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¿Entiende la polémica que se montó con las críticas a la serie ‘Drama’ por su bilingüismo, porque se hablaba «demasiado castellano»?
Ojalá que el peligro por el catalán fuera porque la mitad de los personajes de una serie hablan en castellano. El problema del catalán está en los videojuegos solo en castellano y en un etcétera larguísimo hasta llegar a una serie que se habla medio en catalán y medio en castellano, que es lo pasa en la calle. Pero tampoco estoy diciendo que el 50% de la programación de TV-3 tiene que ser en castellano, porque ya hay mucha oferta en ese idioma en otras cadenas. TV-3 tiene que ser mayoritariamente en catalán.
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