Profesión
Dedicado a los MIR
Rogelio Altisent (Lleida,1955) médico de Familia, se ha levantado de la silla que está al lado de la cama de los pacientes que viven sus últimos días. Es una silla en la que lleva sentado 40 años. Ha dicho «adiós» a la medicina asistencial, entre abrazos, besos, risas y alguna que otra lágrima. Pero, sobre todo, rodeado del cariño de sus pacientes.
«En mi familia, fue la luz de un túnel muy largo y muy oscuro y, sobre todo, fue la luz de mi madre y eso no habrá forma humana de que se lo paguemos nunca. Cuando sienta nostalgia de sus pacientes, recuérdelo, por favor«. Mensajes como este han ido llegando al WhatsApp y al correo electrónico de Altisent, convencido de que ser médico es lo mejor que le ha podido pasar: «Es la mejor profesión del mundo».
Vicepresidente del Comité de Bioética de España, presidente del Comité de Bioética de Aragón, expresidente de la Comisión Central de Deontología de la Organización Médica Colegia, director de la cátedra de Profesionalismo y Ética Clínica de la Universidad de Zaragoza. Pero, principalmente, Rogelio Altisent es un médico de Familia incluso, ahora, cuando hace más de dos semanas que dejó vacía su consulta.
Pregunta: Tiene 66 años, pero siendo profesor de la Universidad, podría haber seguido hasta los 70 años. ¿Por qué ha decidido dejarlo?
Respuesta: Bueno, yo efectivamente soy profesor de la Universidad titular con plaza vinculada. Ahora lo que he hecho es dejar la actividad asistencial, pero no me he jubilado, me quedo solo trabajando en la Universidad. Creo que, después de 40 años de asistencia había llegado el momento. Así que desde hace dos semanas estoy dedicado exclusivamente a la Universidad de Zaragoza.
P.: Usted se va en una corriente de jubilaciones de médicos desencantados con el sistema sanitario, al que le ha puesto la guindilla la pandemia de la covid.
R.: Efectivamente, los médicos pueden solicitar esa permanencia pero lo cierto es que está habiendo una espantada. La gente no aguanta, porque no se siente comprometida con el sistema, porque el sistema no ha sabido fidelizar a sus profesionales. Mercadona o Zara cuidan a sus empleados, se preocupan de ellos, están pendientes y aquí [en el sistema sanitario de salud público] nadie se preocupa. Esto es una casa sin amo.
P.: A penas un par de semana fuera de su consulta. ¿Echa en falta algo?
R.: Estoy viviendo un duelo de la distancia de mis pacientes. La verdad es que me he sentido siempre muy querido por mis pacientes y muy acogido. Ahora, poner distancia a toda esa carga afectiva, pues…, eso no sale gratis. Cuando un médico, o al menos un médico de Familia, deja la asistencia vive un duelo. He establecido lazos y vínculos con mis pacientes.
P.: ¿Cómo ha salido de estos dos años de pandemia?
R.: Han sido dos años durísimos. Yo mismo he estado ingresado con covid y pasándolo muy mal. Luego he seguido haciendo asistencia, porque me sentía con la obligación moral de seguir ahí. Ahora, de alguna manera, la cosa está de bajada. Parece que lo más duro ya ha pasado.
P.: Pero, la Atención Primaria ha salido de esta pandemia especialmente tocada, con un calendario de movilizaciones vertiginoso, por toda España. ¿Cuál es su percepción?
R.: Tras dos años de pandemia la situación es muy delicada. Los equipos están agotados, pero eso no es lo peor. El problema mas grave es la falta de esperanza por el fracaso de la gestión. La pandemia solo ha sido la puntilla. Soy muy crítico con la miopía de las autoridades sanitarias y los gobiernos. No hay ideas ni determinación para organizar un sistema sanitario público de calidad. Entiendo que no es sencillo porque la limitación de recursos es real, pero no todo es cuestión de presupuesto. En otros sectores, como he señalado, hay empresas ejemplares en el cuidado de sus trabajadores, porque les interesa fidelizarlos. Sin embargo, la política de personal de la sanidad pública es un desastre, la gente se va en cuanto puede, porque no hay sentimiento de pertenencia a un proyecto.
El principal problema no es la falta de médicos, el drama es el creciente número de médicos jóvenes que se van a países donde son mejor tratados. El episodio de jubilaciones forzadas indiscriminadas a los 65 que hubo hace unos años es un buen ejemplo de la falta de tacto y de que esto es un buque a la deriva, porque la clase política, por mucho que hable, no tiene la sanidad como una prioridad.
P.: En esta guerra, usted, además ha abrazado batallas duras de librar. Por ejemplo, la de tener unos cuidados paliativos dignos. ¿Cuándo y cómo empezó su interés por los cuidados paliativos?
R.: Bueno, yo soy de la cuarta promoción de los médicos de Familia en España. He visto que ese [el de los cuidados paliativos] era un tema vital en la asistencia que damos los médicos de Familia, que tenemos que hacer medicina preventiva, curativa y paliativa. Cuando empecé la especialidad, la medicina paliativa tenía muy poco peso y por eso he trabajado mucho por esa medicina. Estuve en el nacimiento de la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (Secpal) y tuve mucha participación en aquel movimiento de los años 90 cuando se puso en marcha todo eso.
P.: Usted ha estado en la primera línea de las conversaciones con los distintos partidos políticos para sacar adelante una ley de cuidados paliativos.
R.: Estuvimos en el Observatorio de la Atención Médica al Final de la Vida de la OMC, en primer línea con conversaciones con los grupos políticos y estuvimos discutiendo varios proyectos de ley. He trabajado inútilmente durante muchos años por conseguir una ley que mejore los cuidados paliativos que son claramente deficitarios en España.
«Acompañar el final de vida de varios cientos de personas es algo que te deja muescas en el alma»
P.: ¿Cree que fue la etapa de Francisco Igea, cuando llevaba la Sanidad de Ciudadanos en el Congreso, cuando más cerca se estuvo de conseguir esa ley?
R.: Sí, aquello fue un momento en el que parecía que ya salía la ley. Como hubo la moción de censura a Rajoy y el cambio de Gobierno, todo quedó en agua de borrajas. Fue el momento en el que estuvimos más cerca. Había acuerdo entre los partidos políticos.
P.: Pero entonces, recuerdo que se demoraron mucho la labores en la ponencia de la ley para tener listo el texto definitivo.
R.: Sí, pero es que cada vez que ha habido un impulso a la ley de cuidados paliativos, la pereza parlamentaria ha sido desesperante. La parsimonia. Hasta el punto de que no ha sido posible sacar adelante una ley, en la que, supuestamente, había acuerdo. Pero los cambios políticos la llevaron al traste. Ha tenido que ser, en medio de la pandemia, en unas situaciones dramáticas, donde al Parlamento le entran las prisas y paren un ratón.
Es decir, hacen una ley de eutanasia sin ninguna referencia, sin ningún anexo a la mejora de los cuidados paliativos. Para mi ha sido decepcionante que el Parlamento haya aprobado una la ley de eutanasia a toda prisa, sin incluir nada por mejorar la atención al final de la vida
P.: Hay colegas de usted que esperan que con la ley de eutanasia se puedan impulsar, de alguna manera, los cuidados paliativos. ¿Qué piensa?
R.: Habrá que verlo. Pero no se ha vuelto a hablar de una ley nacional de cuidados paliativos. Seguimos, por ejemplo, sin carrera profesional para quienes desean trabajar en este campo. Puede ser duro decirlo así, pero es evidente que cuando un parlamentario necesita atención paliativa de calidad para un familiar tiene contactos para conseguirla, pero para un ciudadano normal esto es una lotería. La clase política no ha hecho los deberes con respecto al desarrollo de los cuidados paliativos en España. Ha sido negligente y esto sirve para los grupos políticos de todos los colores.
Notas de Rogelio Altisent
«Aunque sigo como profesor titular de bioética en la universidad, me ha llegado el momento de retirarme de la asistencia después de 40 años de actividad clínica. Y con mucho orgullo digo que han sido 32 años como médico de Familia en el mismo centro de salud, rodeado de un equipo excelente, lo cual te da el privilegio de la continuidad asistencial: ver cómo forman una familia quienes has conocido recién nacidos, que se jubilan pacientes que empecé a atender siendo jóvenes. Acompañar el final de vida de varios cientos de personas es algo que te deja muescas en el alma. Los momentos más intensos que recuerdo son atender a la agonía de pacientes junto con su familia, todos sentados en la cama y cogiéndoles de las manos. Claro, luego se crean unos vínculos que ya nunca se van a romper. Esto es la auténtica medicina de Familia. Si volviera a nacer lo repetiría. Me considero un tipo muy afortunado por lo que he vivido».
R.: Me han tocado unos años
Rogelio Altisent, médico de Familia y vicepresidente del Comité de Bioética de España, deja su consulta, se concentra en su cátedra universitaria, y aquí habla de la profesión con mensajes claros a las autoridades.
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Soledad Valle. Madrid
Política y Normativa
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